domingo, 18 de marzo de 2012

Quejas

Confieso que nunca he sabido cómo reaccionar ante un halago. Me pone nerviosa cuando alguien me dice algo bueno sobre mí y sólo atino a responder con algo negativo. Recuerdo que un muchacho, pobre inocente, intentó ganarse unos puntos diciéndome: “Que linda voz tienes” a lo que respondí “gracias, será una ventaja si postulo a un puesto de celadora de cárceles”.

Cuando cumplí 18 años mí madre insistió en que debía ir al médico porque no era normal que una jovencita tuviera una voz tan gruesa. Luego de muchos exámenes donde ella esperaba que se revelen unos exagerados niveles de testosterona en mi organismo , el doctor le dijo que no ocurría nada malo conmigo (nunca olvidaré su cara de decepción ante la noticia de mi irreversible tono de voz). Sin embargo, la pobre parecía poco convencida, por si las dudas me abstengo de recibir los sospechosos jugos cargados de bondad que me ofrece cada mañana (es posible que esa maravillosa mezcla de papaya y naranja albergue estrógenos finamente molidos)

A veces, la paranoia puede ser la mejor aliada. Por otro lado, también debo admitir que me encanta quejarme. Una de mis amigas suele decir “no te preocupes, ocupate”. Pero que maravillosa actividad es quejarse y dar mil vueltas a un mismo asunto. Hasta la fecha no puedo recordar a un solo hombre que me haya dejado quejarme sin poner un maldito punto final diciéndome que me detenga y si no tomo acciones, entonces la conversación no tiene caso. Sería maravilloso que cumplan lo que predican, pues cuando les toca el turno a ellos para pasar un largo rato en sección “Quejas” parecen nunca quererse ir.

Realmente hasta para quejarse hay que ser bueno, hay “quejones” quienes todo el tiempo están a la defensiva como si quisiera tirar su frustración en ti. Hace unos días salí al cine con una amiga que no veía hace mucho tiempo y me comentó por teléfono que estaba saliendo con un chico. Cuando la vi decidí romper el hielo con un “Bueno y cuando será oficial con este muchacho” a lo que ella respondió, muy agresiva, “Sabes que, él y yo sabemos lo que tenemos y no necesitamos etiquetas”. Dos días después llamo diciendo “He decidido terminar con esta situación, no me merece y jamás vamos a definir qué somos”. Sigo intentando tratar de comprender lo que acabo de relatar pero , por favor, las mujeres no somos para NADA complicadas.

Ante la conocida frase “Bueno no voy a volver a incomodarte con mis quejas”, los hombres parecen no inmutarse. Es decir, les estamos diciendo entre líneas que les estamos perdiendo la confianza y parece que los estamos liberando de un peso gigante. Un día como hoy, no comprendo a los hombres… aunque mi madre no estaría de acuerdo con eso ya que pondría las manos al fuegos a que los entiendo mejor que ellos mismos lo hacen, finalmente, de acuerdo a ella tengo más testosterona que muchos.

lunes, 12 de marzo de 2012

Te Amo

Detesto cuando me dicen “Te Amo” en inglés, italiano, francés o cualquier maldita lengua muerta. Creo que la primera vez que se dicen estas palabras debe de ser en el idioma natal de cada uno de los involucrados, de otra manera no vale. Es como tener la billetera con 200 nuevos soles pero estar en Tailandia y no poder usarlos.

Mi primer “Te Amo” me vino por escrito, el segundo fue un susurro y el tercero fue exagerado y construido con legos. Hace unos días recordé una conversación con un muchachito de 15, su mirada anticipaba que sería un día distinto y delataba, como dice la canción: “hay algo que te quiero decir y no me animo”. Lo dijo tan bajito, como un secreto, me quedé paralizada y sólo atiné a decir “Yo también”. Una semana después terminé con la relación.

Años mas tarde, había superado totalmente esas dos palabras. Tenía 20 años y me sentía con la autoridad moral de poder decirlas, gritarlas y escribirlas. Caminaba por la facultad y cada vez que lo veía se lo gritaba, era una gran declaración al mundo, una forma de decirles a nuestros congéneres “Nos amamos y ¿qué?”. Quería que todos se enteren, por fin, que lo sentía. Al cabo de unos meses, terminamos.

Luego vendría el otoño con un “Te Amo” tortuoso y débil. A veces nos engañamos queriendo sentir algo que no existe. Me repetía a mi misma que lo amaba justamente por su millones de defectos. Después de un tiempo, caí en cuenta que el “Te Amo” es una calle de dos vías. No funciono.

¿Cuándo decir “Te Amo”? No existe un momento exacto pero conforme pasan los años, podría decir que esas palabras se convierten en un artículo de colección y aumentan su valor con el tiempo (maravilloso sería poder subastarlas en mercado Libre o ebay). Con cierta pena debo de admitir que no me imagino gritándolo nuevamente o escribiéndolo en una pared (todos cometimos actos vandálicos en nuestra juventud). Pero si me queda claro que la próxima vez que esas palabras amenacen mi paz mental, entonces, espero no actúen como “viuda negra”.