Hombres, hombres y más hombres,
es más que un tema recurrente con mis compañeras de género. Las solteras reniegan por no tener uno (o se
engañan a sí mismas diciendo que no quieren una relación) y las que tenemos
uno, adoramos quejarnos de él. Lo que es cierto es que desde la infancia,
mientras que ellos jugaban a los caballeros del zodiaco, nosotras planeábamos la
boda de Barbie. Por momentos, suelo pensar que nosotras estamos más pendientes
de estos seres que ellos de nosotras. Son como venados, corren por el bosque
libres y solo son perturbados en la época de apareamiento. De otro modo, seguirían
felices jugando “play” con otros machos.
A mis casi 25 años, debo de decir
y espero no ser apedreada por una turba de estrógenos indignados, que: No comprendo
a las mujeres. Una amiga empezó una relación puramente sexual con un muchacho.
Recuerdo sus palabras cuando dijo “le deje en claro que no quiero un romance”
(debí de grabar su rostro de satisfacción cuando pensaba que tenía el control,
ilusa). Dos semanas más tarde me llamo llorando porque al pedir exclusividad por
poco y al chico le daba un shock anafiláctico (por si hay necesidad de aclarar, hablamos de la misma mujer que dijo que no quería una relación seria y estaba encandilada con ser sexual partners).
Días después, me confesó que este sujeto le recomendó que se ponga
implantes de senos y que baje de peso o visite un endocrinólogo. Bastó que yo
me indignara y le diera un discurso sobre el amor propio para que se me viniera
encima diciendo que este ser se preocupada por su salud y aspecto físico. No
comprendí, estaba confundida ¿Cuándo deje de entender a las mujeres? ¿Acaso no
era él el enemigo que quería volverla una top model y que se sacara una costilla a lo Talia?
Debo confesar que cada vez que
decido darle un consejo a alguna amiga, lo hago con pinzas. Recuerdo estar
andando por una calle de Ayacucho. De pronto, venia una pareja de campesinos,
ambos borrachos, se insultaban y pegaban. Un turista al ver la agresión del
campesino a su mujer, decidió intervenir. Pobre infeliz, la esposa del campesino
le dio la golpiza de su vida por metiche mientras le reclamaba por que se metía
en problemas ajenos.
He aprendido, que existen mujeres
que te cuentan sus problemas pero no buscan un consejo. Simplemente quieren
convencer a una tercera persona y creen que si lo logran, entonces esa
aprobación basta. Finalmente ¿Quién es el verdadero enemigo?