miércoles, 25 de julio de 2012

Hombres y Hombres

Hombres, hombres y más hombres, es más que un tema recurrente con mis compañeras de género.  Las solteras reniegan por no tener uno (o se engañan a sí mismas diciendo que no quieren una relación) y las que tenemos uno, adoramos quejarnos de él. Lo que es cierto es que desde la infancia, mientras que ellos jugaban a los caballeros del zodiaco, nosotras planeábamos la boda de Barbie. Por momentos, suelo pensar que nosotras estamos más pendientes de estos seres que ellos de nosotras. Son como venados, corren por el bosque libres y solo son perturbados en la época de apareamiento. De otro modo, seguirían felices jugando “play” con otros machos.

A mis casi 25 años, debo de decir y espero no ser apedreada por una turba de estrógenos indignados, que: No comprendo a las mujeres. Una amiga empezó una relación puramente sexual con un muchacho. Recuerdo sus palabras cuando dijo “le deje en claro que no quiero un romance” (debí de grabar su rostro de satisfacción cuando pensaba que tenía el control, ilusa). Dos semanas más tarde me llamo llorando porque al pedir exclusividad por poco y al chico le daba un shock anafiláctico (por si hay necesidad de aclarar, hablamos de la misma mujer que dijo que no quería una relación seria y estaba encandilada con ser sexual partners).  Días después, me confesó que este sujeto le recomendó que se ponga implantes de senos y que baje de peso o visite un endocrinólogo. Bastó que yo me indignara y le diera un discurso sobre el amor propio para que se me viniera encima diciendo que este ser se preocupada por su salud y aspecto físico. No comprendí, estaba confundida ¿Cuándo deje de entender a las mujeres? ¿Acaso no era él el enemigo que quería volverla una top model y que se sacara una costilla a lo Talia?  

Debo confesar que cada vez que decido darle un consejo a alguna amiga, lo hago con pinzas. Recuerdo estar andando por una calle de Ayacucho. De pronto, venia una pareja de campesinos, ambos borrachos, se insultaban y pegaban. Un turista al ver la agresión del campesino a su mujer, decidió intervenir. Pobre infeliz, la esposa del campesino le dio la golpiza de su vida por metiche mientras le reclamaba por que se metía en problemas ajenos.

He aprendido, que existen mujeres que te cuentan sus problemas pero no buscan un consejo. Simplemente quieren convencer a una tercera persona y creen que si lo logran, entonces esa aprobación basta. Finalmente ¿Quién es el verdadero enemigo? 

miércoles, 11 de julio de 2012

"No Vacancy"

He decidido retirarme del mercado, dejar los anaqueles y guardar bajo la cama el cartel de “oferta” y “20% de descuento”. No quiero mas invitaciones de hombres ofreciendo un café o una salida al cine un viernes o sábado por la noche. Estoy harta de las frases patéticas y trilladas como: “eres la chica mas linda que conocí” o “jamás me había cruzado a nadie como tú”. Por favor, tengo un espejo y una autoestima demasiado realista para tragarme esos cuentos. Definitivamente, hay muchachos que carecen de imaginación al intentar dar halagos o su bagaje en cuanto a mujeres se trata, se reduce a su madre, su nana y a su hermana.


Estaba tomando un café con un amigo, cuando de pronto, recibí una llamada de un ex novio. Al parecer el pobre infeliz había tomado cuatros vasos de “valentía” mezclados con ron y tomo la desafortunada decisión de marcar mi número telefónico. Él, muy convencido, me proponía ser amantes y vivir un romance idílico comparándonos con Ernest Hemingway y Martha Gellhorn, quienes seguro se retorcían en sus tumbas mientras todo esto sucedía. Colgué el teléfono y no pude evitar soltar una carcajada. ¿Esto es lo que los hombres tienen para ofrecer, ser “amantes”? Camino a casa la canción “Decisiones” de Rubén Blades no para de sonar en mi cabeza, en especial, esa parte que dice: “y le ha propuesto a una vecina de la manera mas vulgar y descarada, que cuando su marido al trabajo se haya ido, lo llame para él ser su enamorado”.

Definitivamente, estoy hastiada de los coqueteos y comentarios acertados o ingeniosos con los que los muchachos intentan hacerse los interesantes. Por primera vez, en mucho tiempo, puedo decir a cualquier ejemplar que se atreva a acercarse a invitarme al baile del cortejo: “no estoy interesada”.