miércoles, 13 de marzo de 2013

Dedicandome

Tengo un serio problema que se irá macerando con los años. Se trata de las dedicatorias que dejas en cada uno de los libros que con amor escoges para mí. Estaba entretenida, terminando de atragantarme con “Los Conejos Blancos” de Leonora Carrington; uno de las recomendaciones de Cortázar – si él lo sugiere, así no me guste, me lo como-.

Pude oír, su pequeña voz preguntando “¿mamá, quien era Diego?” mientras sus pequeñas manitos sostienen ese libro con una de tus dedicatorias. Antes de responderle, reflexionaría en la mala decisión que tomamos cuando la inscribimos en el colegio y maldeciría el día en que aprendió a leer.  Luego quitaría, suavemente, el texto de entre sus dedos, abriría la primera página y recordaría a “Diego”. Pensaría en la incomodidad de su padre al oír esa pregunta; lo imaginé con una sonrisa socarrona y atento, esperando mi respuesta. Entonces, la cargaría y la sentaría en mi regazo, le acariciaría la cabeza y le susurraría con nostalgia “un amigo de mamá”. Después me sentiría aliviada pero al mismo tiempo preocupada pensando en el día que crezca y comprenda que los amigos no escriben dedicatorias que terminan con un “te amo”.  Entonces, descubriría que mamá no sólo amo a papá sino que hubo alguien más de quien se enamoró hasta perder la razón. Rompería su corazón saber que papá no fue el único en su vida. Esa pequeña dedicatoria, esa indiscreción romántica tuya, atentaría contra la despreocupación propia de su calidad de “hija” para con la felicidad de uno de sus padres.

Al terminar el día, me iría a dormir, soñaría contigo y recordaría por qué nos separamos. Miraría al lado de la cama a mi esposo por unos segundos  y  me sentiría segura. Sigo sin entender por qué luego de tantos años guardé ese libro. El día siguiente, dirigiría mis pasos sigilosos al  estante en busca del libro, releería la dedicatoria y volvería a acariciar a esos conejos blancos de Leonora. Las siguientes noches ese libro que una vez sostuvieron tus manos se convertiría en un artículo de primera necesidad en la mesa de noche. Mi esposo demostraría indiferencia por la nueva adición al dormitorio; pensaría que luego de tantos años es sólo un intento para despertar celos adolescentes en su corazón. Finalmente para restarle interés me preguntaría si encontré satisfactoria mi lectura; le daría un beso y le diría que la encontré fascinante. Se acomodaría en la cama mientras dice en voz alta que le parece un capricho volver a leer una historia de la cual ya sé el final. Cómo explicarle que no paso de la primera página.

Me veo obligada a dejar de soñar despierta; forzada a regresar a la realidad porque la crueldad de la ficción me despertó a patadas. Sin embargo, a mi regreso esa dedicatoria aún sigue esperando de pie en la página número uno ¿Aún no te das cuenta de lo que has hecho, verdad? Esa inocente muestra de amor vertida en tinta nos ha condenado a mi indolente epifanía. Es imperante que proteja a mi familia ficticia, a mi inexistente hija de la desilusión y a mi imaginario esposo del desamor. Por lo tanto, la única solución para evitar la catástrofe narrada es que tanto el libro y yo nos condenemos a no separarnos de ti. Cuando te invada el delirante pensamiento que estoy enamorada de ti, detente por un momento y recuerda que sólo soy una madre protegiendo a su hipotética familia.





jueves, 7 de marzo de 2013

Señoras y Señores

Repudio a los candidatos políticos de las redes sociales. Aquellos que se valen de sus diez dedos para hacer gala de su pobre ortografía; esos que redactan largas críticas sobre la sociedad actual y cuya gran satisfacción radica en el número de “me gusta” obtenidos. La portátil virtual, patéticos intentos de llamar la atención y elevar pasiones. ¿Dónde quedaron los bríos de su juventud? La verdadera pasión que hace invadir las calles para alzar una voz de protesta al unisonó con un fuerte reclamo.

Maravilloso fervor, ese de sentarse frente a una computadora y crearse un grupo donde 200 idiotas despotrican sobre cómo resolver los problemas actuales del país. Pero, por supuesto, quien tiene tiempo y sangre valiente para andar exponiéndose en la calle o encadenándose a la estatua de un prócer si al día siguiente hay que marcar tarjeta a las 8 de la mañana.  

Jugar al crítico social, es un insulto, una patada para verdaderos jóvenes que se atrevieron en su momento a revolucionar al mundo ¿De qué sirve azuzar el debate actualmente? “Los viejos a la tumba y los jóvenes a la obra”; definitivamente Gonzales Prada no se refería a los cacasenos que ahora dicen preocuparse por el país con sus mensajes imbéciles en sus estados de facebook ¡Que viva esta fantástica intolerancia!

martes, 5 de marzo de 2013

Afiche



"Fue culpa del amor, dan ganas de balearse en un rincon. "

Estoy viviendo una ansiedad ajena; sentimientos prestados. Al parecer soy de esos seres empáticos; lo cual es maravilloso porque este descubrimiento me posiciona como un individuo en una escala superior en relación a otros – sin duda eleva mi autoestima y despierta mi egocentrismo-. Otra relación se termina, “una cama se llena y otra se vacía”.

Me desanima enterarme del fin de una relación; quizás porque cargó aún el divorcio de mis padres y revivo mis traumas infantiles. Acepto que me pongo triste cuando por azares del destino se extravía el par de una media. De pronto, pienso en que la media está de luto y atraviesa por una viudez producida por una inclemente lavadora, una cruel secadora o un díscolo cesto de basura.

La infelicidad y dolor son gripes contagiosas; estoy tratando de bajar la fiebre de una ruptura pero en el intermedio estoy sufriendo los estragos. Me siento un misionero que fue a ayudar leprosos y se infecto por su buena voluntad. El avión del amor sufre otro desperfecto, buscamos con desesperación la caja negra y me encuentro frente a frente con los escombros, prometiendome a mi misma que mi medio de transporte de ahora en adelante será a pie. 

“El amor es la cosa más triste cuando se acaba”; “¿por qué terminaron?” Creo que la pregunta escapa de ser parte de un tabloide amarillista. Muchos queremos una respuesta para poder evitar esa catástrofe emocional. Sin embargo, aún no hay una receta para erradicar una posible fecha de caducidad.

“De amor nadie se muere”; a pesar de grandes excepción como la del pobre Werther. “Todo pasa, nos acordamos pero todo pasa”;  y sin darte cuenta cinco años más tarde te lo cruzas por la calle y no sientes nada (gran día ese). No obstante, días como hoy toca velar un amor muerto y cuchichear “Pero eran tan felices”. Si estan tus cosas pero tú no estas...