lunes, 24 de septiembre de 2012

Bloody Mary

No puedo juzgar las costumbres de cama. Desde la “lluvia dorada” hasta los que practican la orinoterapia, son individuos que jamás comprenderé. Regreso a mi idea inicial (ya que siempre tiendo a divagar) y comparto mi horror ante la práctica del sexo oral durante la menstruación (CORRECIÓN: COMPARTO MI HORROR ANTE CUALQUIER PRACTICA SEXUAL DURANTE LA MENSTRUACIÓN). En definitiva, la última oración debe generar caras de asco entre alguno de los lectores. Sin embargo, y como escribió un muchacho (ligeramente ordinario): “EL QUE NUNCA PROBÓ KETCHUP, MIENTE”.

Para variar y cuando tengo alguna duda sobre el universo sexual, recurro a “x” quien muy suelta de huesos me dijo que la técnica del “payasito” es una práctica muy común. En mi pequeña investigación sobre los “zorros sandilleros” tengo que asumir que a algunos hombres les gusta la carne término medio con sus buenas gotas de sangre para decorar el plato.

No, no significa que no viva mi sexualidad al máximo pero no me excita la idea de una fiesta comunista entre mis piernas, es casi como tener relaciones en medio de una escena del crimen. Imagínense, luego de toda la fricción mis sabanas se convertirían en un tributo blanquirojo a Jackson Pollock auspiciado por uterocolors. La única forma de que admita las “narices rojas” en un hombre, es si se apellida Cullen y actuó en la saga de “Crepúsculo”.

Según la leyenda, si te paras frente al espejo y dices “bloddy Mary” tres veces . Aparecerá, te matará y te desfigurará la cara… quizás y todo el tiempo la sangrienta María solo quería algo de acción.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Compre, casera compre

Estábamos sentadas, tomando una taza de café. Mientras escuchaba a “x” hablar, mi única preocupación real era llamar la atención de la camarera para que tenga la bondad de entregarme un sobre de edulcorante. Desde que conozco a “x” algo me queda muy claro. Primero, que le encanta juguetear con su cabello y segundo que tiene una fijación con el pene de su amante.

Confieso que mucha experiencia en el tema de formas, tamaños y colores de penes, no tengo. No sabría explicar cuál es el tamaño estándar y sobretodo no sé si “más grande es mejor”. Entonces, regreso a la escena inicial, “x” me contaba con orgullo que era, actualmente, penetrada por un muchacho muy bien dotado (¿Qué es ser bien dotado?).  Yo, una neófita del mundo peneano estaba por descubrir las medidas correctas. Si las mujeres nos regimos por un 90-60-90, por fin sabría la medida oficial de un buen trozo de masculinidad nutrido por la testosterona y favorecido por la rueda genética (el orgullo en los vestidores de hombres, el coloso de los saunas y el rey de los urinarios)

Sin más preámbulo, lo dijo con orgullo y confesó haber medido el “pajarito” (gavilán) del individuo con una regla. “Mide 22 cm en estado inactivo”, me dijo. Mi cara de horror era imposible de ocultar, lo que me decía era irrisorio ¿en estado inactivo? Por ende, pensé que cuando estaba vivito y coleando alcanzaba el doble de su tamaño, 44 cm. Me imagine siendo atravesada por 44 cm de carne libidinosa ¡INCONCEBIBLE! La imagen de una anaconda abriéndose paso por mi útero me atormentaba. ¿Esta publicidad engañosa, tenía otros fines? “x” parecía un proxeneta vendiéndome una prostituta virgen.