lunes, 17 de septiembre de 2012

Compre, casera compre

Estábamos sentadas, tomando una taza de café. Mientras escuchaba a “x” hablar, mi única preocupación real era llamar la atención de la camarera para que tenga la bondad de entregarme un sobre de edulcorante. Desde que conozco a “x” algo me queda muy claro. Primero, que le encanta juguetear con su cabello y segundo que tiene una fijación con el pene de su amante.

Confieso que mucha experiencia en el tema de formas, tamaños y colores de penes, no tengo. No sabría explicar cuál es el tamaño estándar y sobretodo no sé si “más grande es mejor”. Entonces, regreso a la escena inicial, “x” me contaba con orgullo que era, actualmente, penetrada por un muchacho muy bien dotado (¿Qué es ser bien dotado?).  Yo, una neófita del mundo peneano estaba por descubrir las medidas correctas. Si las mujeres nos regimos por un 90-60-90, por fin sabría la medida oficial de un buen trozo de masculinidad nutrido por la testosterona y favorecido por la rueda genética (el orgullo en los vestidores de hombres, el coloso de los saunas y el rey de los urinarios)

Sin más preámbulo, lo dijo con orgullo y confesó haber medido el “pajarito” (gavilán) del individuo con una regla. “Mide 22 cm en estado inactivo”, me dijo. Mi cara de horror era imposible de ocultar, lo que me decía era irrisorio ¿en estado inactivo? Por ende, pensé que cuando estaba vivito y coleando alcanzaba el doble de su tamaño, 44 cm. Me imagine siendo atravesada por 44 cm de carne libidinosa ¡INCONCEBIBLE! La imagen de una anaconda abriéndose paso por mi útero me atormentaba. ¿Esta publicidad engañosa, tenía otros fines? “x” parecía un proxeneta vendiéndome una prostituta virgen.