martes, 25 de diciembre de 2012

Ellos nunca saben...




Me gusta pero él no lo sabe.

Estamos saliendo pero él no lo sabe.

Somos novios pero él no lo sabe.

Estamos peleados pero él no lo sabe.

Es nuestro aniversario pero él no lo sabe.

Me pedirá matrimonio pero él no lo sabe.

Ya tengo el nombre de nuestros hijos pero él no lo sabe. 

Lo amo pero él no lo sabe.

Me ama pero él no lo sabe.

martes, 18 de diciembre de 2012

Elefante



¡No, no es otra alerta sobre un cosmiatra empírico! ¡Tampoco es la presentación de la nueva cara de operación sonrisa! Esta mañana me desperté  y decidí cometer un suicidio social, poco silenciso y sumamente destructivo. Me disponía a tomar un baño luego de un sueño reparador; de pronto, al enfrentar al espejo  pude  vivir en carne propia la transición de Buddy Love a Profesor Klump. Me intoxiqué.

Sin duda, enfrento un fuerte golpe a los remanentes de mi vanidad durante la adolescencia. No obstante, tengo la certeza de que a pesar de gozar de un rostro deforme, no me faltará un piropo de los albañiles de las construcciones aledañas; para el hambre no existe el pan duro.

domingo, 16 de diciembre de 2012

911



Detesto los consejos; debe de ser por eso que pido muy pocos.  Descubrí que la mejor manera de ahogar este impulso repentino de acuchillar a una persona mientras empieza la oración “si yo estuviera en tu lugar…”, es aparentar que escucho atentamente y asentir con mi cabeza, quizás acompañar con una guarnición de un “aja” o un “claro”. 

Cada situación rebosa de particularidades; cuando me piden un consejo referente a un tercero es imposible que pueda acertar porque simplemente no lo conozco. Y aún conociéndolo como la palma de mi mano, las personas suelen ser impredecibles. Cada vez que voy a sostener una conversación seria – anunciada - con alguien, repaso todo un guión en mi cabeza de frases o discursos que podría usar. Son contadas las veces que he llamado a una amiga y he preguntado qué debería de decirle a fulanito de tal. 

Mi naturaleza flemática me ha demostrado que la procesión debe de ir por dentro. Confieso que detesto cuando mis amigas me envían fragmentos de conversaciones con sus novios o pretendientes; jamás las leo. Cuando tenía 13 o 14 años y mi bondad estaba en pañales, lo hacía y hasta me las memorizaba. Pero descubrí que no es correcto dar consejos sin conocer las dos historias ¿en qué corte es eso admisible? 

No obstante, soy pro consuelo; sé exactamente qué números telefónicos digitar en caso de siniestro emocional. Sólo saber que cuando estoy en desgracia esas personas me van a escuchar a pesar que en medio del llanto no comprendan ni un carajo de lo que estoy diciendo o sintiendo; es suficiente saber que existe un “en las buenas y en las malas” sin necesidad de un acuerdo nupcial de por medio.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Intruso


Tenía tan solo seis años cuando me dieron la peor noticia de mi vida (una prueba para mi frágil e inocente alma); mis ojos se llenaron de lágrimas y no dejaban de resonar en mis oídos las palabras: “vas a tener un hermano”. Mis padres conscientes de mi congoja me ofrecieron un trato para calmar mi dolor, me prometieron que al nacer la criatura lo enviarían a que se crie con los cerdos, pavos y patos en la granja de mi abuela. No obstante, mi bondad hizo que buscara la fuerza interna para perdonar su debilidad carnal y permitir que el fruto de su imprudencia creciera conmigo, bajo el mismo techo.

Recuerdo la noche en que llegó a casa, lo pusieron en su cuna mientras yo jugaba con mis amigos imaginarios en el cuarto de al lado. Embriagada por los celos y guiada por el arrepentimiento de haber aceptado albergar a ese intruso, caminé a su cuarto. Era tan rojo y pequeño – un parásito con olor a recién nacido- , lo tomé entre mis inocentes manos y lo puse boca abajo, lo tapé con sus  suaves y azules sábanas esperando a que se asfixie. Regresé a mi juego, nuevamente mi benevolencia volvió a tocar mi gran corazón, llamé a mi papá y le dije que el bebé estaba en una rara posición; es aquí donde decubrí mi gran bondad, decidí dejarlo vivir (no descarté la posibilidad de que sufriera un fortuito accidente mas adelante).

Cada año que pasa, pierdo un poco más a ese pequeño al cual le perdoné la vida. Su santo es más que una celebración de que cumpla un año más en esta tierra; es el aniversario del magnánimo y generoso ser  que estaba destinada a ser.



 
Hoy, yo daría mi vida por ti.