Admiro la convicción con que los perros se masturban en piernas ajenas. Esa entrega total ante el deseo, logra que su voluntad se vuelva terca y no existan obstáculos. La decisión más pura, es la de un can que toma una pierna y decide que necesita un orgasmo. Se vuelven sordos ante los insultos de la persona dueña de la extremidad ultrajada e inmunes ante los golpes y empujones que se les pueda propinar.
Esa epilepsia de pasión ante la cual se rinde el mejor amigo del hombre es la lucha por el placer. Ver a un perro hacer de un ser humano un consolador, es un poder mayor tratando de decirnos que en esta vida es necesario aferrarnos a nuestros sueños, frotarnos ante lo que nos haga feliz y lograr ese maravilloso orgasmo de vivir. Es necesario jadear de felicidad.