jueves, 8 de diciembre de 2011

Monja

Me encontraba caminando sola en una calle cargando cinco libros, siete kilos de literatura en una bolsa blanca que cortaba la circulación de mis dedos. Definitivamente, uno de esos días que es necesario que los príncipes azules salgan de los cuentos de hadas y, por unas horas, se hagan de carne y hueso. Lancé un suspiro al aire y seguí caminando, hasta llegar a un paradero. De pronto, detuve a un taxi pero una monja estaba a mi lado y se lo cedí ¿cómo no cederle un taxi a una monja? No obstante, luego de hacer una seria reflexión ¿Qué diablos sucedía con esa monja? ¿Dónde quedó la piedad? Es decir ¿Acaso ser la esposa de Dios viene con ciertos beneficios? ¿Dónde dejó esta hermana de la caridad el “ama a tu prójimo como a ti mismo”? Me quedé indignada, solitaria y cargando el peso literario, esperando que Dios me dé puntos por haberle cedido el transporte a una de sus esposas - poligamia- y un terreno más grande cuando me mude por sus lares.

Debería casarme con Dios, entre todos los “buenos partidos” que se me han presentado creo que es el mejor hasta ahora, después de todo fue el que creó el cielo y la tierra. Siempre que conozco a un hombre mi madre me repite la misma cantaleta: “yo no me fijé en tu padre por su aspecto físico” -eso siempre me quedó muy en claro- agregando “sino porque siempre vi en él un muchacho trabajador y con metas” ¿Qué cualidades reúne un “buen partido”? Hace poco leía un decálogo escrito por un par de amigas con unas copas de más donde exigían como requisito clave que el hombre de sus vidas debía de tener movilidad propia.

Meses atrás, llegó a mis oídos que la novia de mi abuelo lo abandonó. Se conocieron en la iglesia gracias a unos cruces de miradas, él un octogenario fanático del viagra y ella atada a un esposo en estado vegetativo. Resulta que mi abuelo encontró un dating service durante la homilía ¿la razón del abandonó? Porque regaló el auto a uno de mis primos y fue así como el pobre anciano dejó de pertenecer al grupo de hombres elegibles - al menos ahora, que mis amigas jamás lo tendrán como "teleobjetivo".

Recuerdo a las monjas de mi colegio, siempre con el auto del año. Durante la colecta del DOMUND, se creó el mito urbano - tan colegial como la profesora que jamás se caso y la dejaron en el altar- que en realidad era una colecta para cubrir la inicial de sus automóviles. Por lo tanto, un día antes de entregar el dinero, abríamos con cautela las alcancías y las rellenábamos de monedas antiguas. Obviamente, jamás triunfamos pues la delegada de religión e hija de la guardiana de la biblioteca era una tremenda acuseta y abanderada de los derechos de los pobres.Lo que me lleva a desempolvar el célebre caso de la hija de la encargada del botiquín que se quedaba con la mejor ropa de las donaciones que llegaban de Estados Unidos para los desamparados y cuya madre solucionaba todo mal o dolencia ,desde una fractura, quemadura o dolor menstrual, con una aspirina.

Me pregunto si al decidir convertirse en religiosas toman en cuenta el color y tipo de hábito. No es algo para ser tomado a la ligera, teniendo presente que será la ropa que usarán durante toda su vida. Además ¿Cuánto gastará una monja en pantimedias anualmente? ¿Hay alguna marca que las auspicie? "PANTIMEDIAS MARÍA, TAL Y COMO NUESTRA SANTA MADRE LAS QUERRÍA" .