domingo, 5 de agosto de 2012

Celos

¿Qué mujer no fantaseó con sentar al objeto de sus afectos en una banca, esposado y amordazado? ¿A quien no se le ocurrió alguna vez orquestar su propio interrogatorio y quemar un cigarrillo en la mano de aquel hombre que nos vuelve locas e inseguras? Es probable que el método propuesto en estas líneas sea arcaico en comparación a, simplemente, invitarlo a que tome la prueba del polígrafo. Por cada hombre que nos ha roto el corazón, que nos hizo sentir muy bajas, poco atractivas o gordas. Un pelotón de fusilamiento, que desfile el prisionero por el paredón y abran fuego.

Confieso haber cometido crímenes imaginarios, genocidios contra mujeres que alguna vez han desatado la furia de los celos en mi, ya no tan, joven corazón. Las he destripado, apuñalada y he tirado de sus cabellos hasta que la piel se desprenda de sus cráneos. Sin embargo, luego de una seria introspección debo de decir que cuando estos instintos afloran, mi lado racional es el que reza la sentencia.

Basta de acusar a nuestras compañeras de género y compararlas con las hembras del reino animal. Es innegable que existen mujeres que se meten en nuestro territorio pero qué hay de él ¿acaso es una pobre ovejita secuestrado por la loba? Esa “pobre ovejita” no tiene el mas mínimo reparo cuando se hace el coqueto contestando el teléfono, aceptando salidas y compartiendo mensajitos ingeniosos y graciosos por redes sociales. Escuchaba a una de mis amigas referirse a la ex novia de su hombre con adjetivos calificativos fuertes y culparla de que ahora él sueñe con tríos y orgías ¿por qué pensar que fue culpa de ella y no fue él a quien siempre le gusto el “mientras mas mejor” en la cama?

Nunca he sido partidaria de las peleas en barro y, menos, por un hombre. Soy sincera cuando digo que no tengo la entraña para “defender lo que es mió” porque, en primero lugar, si era tan “mío” ¿qué carajo hace yendo con otra?