miércoles, 8 de agosto de 2012

Examen oral

Es posible que no sea la indicada para escribir sobre sexo (teniendo en cuenta que tengo una relación a distancia y “no se habla de pan frente de los pobres”). Empezando porque mi nombre es “Alejandra” y no “Alessandra” y sumado el hecho de que no me apellido "Rampolla".


Creo que escribir: sexo, es reconocer públicamente que no soy virgen y caí en la tentaciones de la carne burlando la palabra “abstinencia” y rompiendo el sexto mandamiento. Por lo tanto, eso hace de mí, ante el ojo público, una mujer sin honra (si, entregué mi flor). Cuando perdemos un diente, nuestros padres nos dejan dinero bajo la almohada aduciendo que fue obra del hada pero cuando pierdes el himen ¿Dónde esta nuestro regalo? A menos que la virginidad sea subastada en eBay, Amazon o al mas puro estilo de “Memorias de una Geisha”, entregando el pastel de arroz al mejor postor.

Recibí una llamada hace unos días de una de mis peculiares amigas,consternada sobre los valores nutricionales del semen. Ella estaba absolutamente decidida en tragar aquella sustancia blanca y viscosa. No obstante, no podía descuidar su régimen alimenticio. Luego de haber leído y releído los secretos milenarios de las damas de compañía de Shangai sobre el sexo oral y después de haber visto videos inductivos para una buena felación como: Daniel, el perverso y el clásico, Cabalgando a Miss Daysi, ella lo logró y dijo ¡Hasta el fondo!

Mi teléfono sonó al día siguiente y escuche su voz mientras me relataba la experiencia como si hubiera ido a un restaurante gourmet. Al diablo con la “Concha Nacar”, me aseguraba que sentía una piel más lozana. Casi, casi, podía describir el flagelo de los espermatozoides nadando por su garganta y en caída libre para ser quemados por los jugos gástricos (un ritual de sacrificio digno de Hollywood, como jóvenes vírgenes saltando al volcán furioso). Esperemos que le hayan devuelto el favor.

Esta publicación va en memoria a todos los plátanos utilizados y desechados en pro del aprendizaje sexual de mi joven congenere. Un minuto de silencio.