domingo, 12 de agosto de 2012

Hoyo en uno


Tengo una musa en mi vida, admito que me nutro como un parásito de sus aventuras de cama en cama y puedo decir que estoy aprendiendo a ver el mundo a través de sus genitales. Follar, coger, tirar, cachar, make love y el voulez vous coucher avec moi ce soir, podría decir que lo ha probado todo. Esta reina de los intercambios culturales debería de ser la próxima protagonista de algún documental de “Marca Perú” y tener un cargo importante manejando las relaciones internacionales del país.

Llamó mi atención cuando me confesó jamás haber involucrado a su retaguardia con la palabra “penetración”. Imaginen mi sorpresa, mi gurú del sexo se derrumbaba como una estatua de cenizas, yo que la imaginaba una habilidosa y alumna estrella del kamasutra. Era claro que muchos caballeros habían conocido su “lugar especial” pero de pronto nos encontramos inmersas en una plática donde no sólo descubría su inexperiencia sino que era un cliché de una canción de Arjona: “Tuve sexo mil veces pero nunca hice el amor”. No puedo negar que existe el crecimiento sexual en una pareja. Es decir, si es tu primera vez con un chico y este empieza a darte de nalgadas y a gritar “dime que soy tu papi”, es posible que tomes tu ropa y salgas corriendo.

Ya habían pasado unas semanas después de que ella había asimilado la idea en contra de la naturaleza que le proponía su nueva conquista. Sin embargo, aún no daba el “sí, acepto”. Una noche mientras ella se sentía una estrella porno, arrodillada en cuatro, este muchacho decidió que es mejor “pedir perdón a que pedir permiso” ¡Mi querida musa fue atravesada señoras y señores! como una lanza cruzando las entrañas de una jabalí salvaje. Fue cuestión de segundos, como poner las manos al fuego y empezar a sentir esa quemazón. La fuerza abandonó sus rodillas y cayó en el colchón mientras sus lágrimas mojaban las sabanas color melón. El olor a lubricante en el aire y su llanto en el ambiente mientras susurraba "te dije que por ahi no". El joven y atrevido amante la tomo entre sus brazos y la consoló hasta que llegó el amanecer ( sana, sana , sana colita de rana) ¡Pero que romántica escena! A la mierda Leonardo Di Caprio y Kate Winslet, congelándose luego de que se hundió el Titanic.

La heroína de mi relato, horas después del incidente de ser desvirgada por segunda vez, se paró y caminó.