Bien dice la canción: “Víbora, ese nombre te han
puesto, porque en el alma llevas el veneno mortal”. Debo de decir que por
primera vez en mucho tiempo me siento sumamente halagada, en mis 24 años de
vida jamás había sido tildada de “mala” ¿Qué es ser realmente “mala”? Quisiera
tener una definición para asimilar mi nueva condición de villana.
Debo admitir que este nuevo adjetivo que acompaña
mi nombre me causa cierto conflicto porque existen categorías, creo yo, en la
amplia gama de la maldad ¿Soy de las malas que matan y queman pequeños animales
en rituales? ¿De las que juegan con el corazón de inocente hombres y luego se
los comen? ¿De las que gritan “maldita lisiada” a mujeres en sillas de ruedas? O
¿de las que compran pequeños pececitos y los sacan de las peceras para verlos
asfixiarse?
Tal parece que si fuera parte del reino animal,
sería un depredador tan cruel que no mataría por necesidad sino por el puro
placer de aterrorizar a mi presa y darle una muerte lenta. ¿Por qué este nuevo atributo a mi persona? Luego
de una pequeña reflexión mientras comía un pan de miga con pollo y piña tuve
una epifanía, tiene sus ventajas ser percibida como “mala”, es decir, caminas
por una calle solitaria a altas horas de la madrugada y te topas con un hombre
desaliñado sosteniendo algo que, a lo lejos, parece una navaja ¿sigues
caminando o huyes? En conclusión, esta maldad que, de acuerdo con mis
detractores, luzco y se siente en mi respiración puede ser mas una aliada que
una enemiga. Puede que ser temida, en ciertos casos, pueda ser más conveniente
que ser querida.
Regresando a una lección tan inocente y básica: no
siempre vas a caerle bien a todo el mundo y sólo debe de importarte lo que la
gente que, en realidad te interesa, piense de ti. La profesora de inicial no se equivocó.