Se cumplen dos años desde que las
mentes gemelas, un par de hermanas pitonisas importadas de Venezuela, leyeron
la palma de mi mano y me dijeron que al llegar a los 25 conocería a mi esposo. La
mañana del 24 de noviembre, me desperté sabiendo que la juventud se me iba
entre los dedos como un puñado de arena entre mis manos (Parece que a medida
que pasan los años me hago más dramática). Luego de un momento pensé en él, en
mi futuro esposo y una angustia se apodero de mi ya no tan joven corazón.
¿Cómo le hago saber a mi futuro
compañero que no quiero contraer nupcias con él? Él no lo sabe aún pero he
decidido que no quiero que nos casemos. Después de darle muchas vueltas a este
pensamiento, lo tengo muy claro: tengo que pedirle, de manera pública, el
divorcio adelantado a mi virtual marido ¿cómo convencer a este hombre que no
debemos conocernos?
Esta paranoia, producto de dos
mujeres que comparten lazos de sangre y dotes psíquicos, parte de lo acertadas
que fueron sus visiones sobre mi futuro, hasta la fecha todo se va
cumpliendo. Por lo tanto, he decidido
desafiar a este designio cósmico y hacer todo lo posible, desde ya, para no toparme con el
candidato ungido por el destino para ser quien me acompañe en el altar frente a
los ojos de propios y extraños. Sólo me queda decirle a mi cónyuge: “No acepto”.